He amado al tiempo,
por miedo a perder mi vida,
he dormido en sus agujas
y aun sin comprender
el porqué de sus actos
irreversibles y egoístas.
He aprendido que
el tiempo es un arma
que de a poco mata
pero que jamás
podrá matar mi memoria
ni la inmensidad del cielo.
He contemplado en soledad
a las estrellas en el eterno cielo
siendo el tiempo mi única compañía
y me ha enseñado con el tiempo
que venimos a este mundo
únicamente a aprender.
Que las verdaderas amistades
perduran como la estadía
del tiempo en el mundo,
como el movimiento de las nubes
y el extenso cuerpo
del inalcanzable horizonte.
Que al amor aunque duela
jamás se lo abandona
por miedo a la soledad.
Y a veces por costumbre a amar
uno se termina aferrando
a una irrealidad.
Que la palabra
es el comienzo
de un nuevo camino
y nuestro andar
el anhelo de lograr
lo propuesto.
Que la felicidad perdura
al igual que la tristeza
y la sabiduría nace
después haber vivido
la estadía que el tiempo
nos ha ofrecido.
Y aunque el tiempo
se adueñe de mi juventud
como la oscuridad de la luz
me confesó que
el futuro no existe,
tan solo es un nuevo presente.
Escrito por: Maximiliano Braslavsky
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